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A LA VEJEZ, VIRUELAS...

A LA VEJEZ, VIRUELAS...

Estoy segura de que para todos nosotros leer es algo sencillo y que hacemos todo el tiempo, casi de forma inconsciente. Para nosotros se ha vuelto algo cotidiano y tenemos estímulos constantes para hacerlo. Pero, ¿de verdad es así para todas y todos?

Históricamente hace relativamente poco tiempo que la idea de escuela o colegio como hoy lo conocemos se volvió algo obligatorio y sin distinción de género. Probablemente a nuestros padres o a las personas de nuestro alrededor les ocurra lo mismo que a nosotros en cuanto a la lectura, la consideren algo cotidiano y sencillo. Pero no hace falta indagar en muchas generaciones atrás para encontrar a gente que se sale de este paradigma. Muchas de nuestras abuelas o tías son analfabetas. Nunca nadie les enseñó a leer y mucho menos a escribir. Ni que decir tiene que a ellas, y digo a ellas a conciencia, nunca se les preguntó o se les dio la opción de escoger ir a la escuela. Directamente se asumió que esta actividad suponía una pérdida de tiempo y algo innecesario cuando verdaderamente eran útiles trabajando, por ejemplo, en el campo o en tareas propias del hogar como limpiar, cocinar, coser, cuidar a los pequeños y/o a los mayores, etc. Esto a muy temprana edad y cuando aún eran muy jóvenes se casaban y formaban una familia. Un círculo vicioso que se retroalimentaba, y que también afectó a muchos niños, generalmente de clase baja, que por necesidad tenían que trabajar para poder ayudar en casa. En el caso de las niñas se le sumaba que eran niñas y, por tanto, tenían aún menos opciones.

También estoy segura de que muchos de nosotros hemos escuchado o directamente nos han dicho que no perdamos el tiempo y que, cuanto antes, en cuanto a la edad, estudiemos mejor. Es decir, siendo jóvenes es más fácil estudiar.

Pues tomando de referencia lo que he contado al principio y he unido a esta segunda idea, encontramos a Jacinta Ortiz Mesa que contra todo pronóstico ha derribado barreras y no solo literarias (La campesina y el marqués o Cuentos y fábulas de la Campesina son algunos de los títulos de sus obras). Y es que aquel dicho de: “a la vejez, viruelas…” le viene muy bien a Jacinta, que tras una dura vida y a la edad aproximada de 70 años aprendió a leer y no solo eso, sino que devoró los libros que encontró y posteriormente se postuló como escritora. Concretamente es poetisa y firma sus libros como “La Campesina”.

No sé a vosotros, pero a mí me parece un hecho fascinante, digno de admiración y sobre todo de reconocimiento. Un reconocimiento que personalmente hago mediante este post y con el cual os insto a conocer más sobre su historia.

María de la Calle de Jesús.

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