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CARTA A VANESA PÉREZ-SAUQUILLO

CARTA A VANESA PÉREZ-SAUQUILLO

Querida Vanesa:

“Bajo la lluvia equivocada” llegó a mí por casualidad. Era de esas tardes sofocantes de agosto en las que el sol baña los adoquines y las ciudades están vacías. De camino a la biblioteca imaginé a la gente que dormiría la siesta en sus casas, en cuartos frescos y oscuros o salones con aire acondicionado. ¿Conoces esa sensación de caminar ligera por la calle? Cómo si solo arrastrases contigo el peso de una tela vaporosa y dos sandalias… Ese mediodía olía a brea caliente, y llevaba las mejillas encendidas.

Zamora tiene suelos de piedra cálida, pizarra y teja. Sólo hay una biblioteca, que tiene una única estantería de poesía, con una única línea para la colección Hiperión, que contiene el único ejemplar de tu libro. Con los ojos cerrados, pasaba los dedos por una línea cualquiera… libro tras libro, esperando esa sensación, esa energía que te dice: para.

Allí estaba, signatura simple, “per”, por tu apellido, número 122. Premio de poesía joven, azules pastel.

Me llamo Cristina, las cosas por aquí están más o menos bien… encontrar una naturaleza humana tan pura en versos fue algo extraordinario. Me importas porque me hiciste sentir, y además me enseñaste a Dylan Thomas. Yo acababa de leer a Walt Whitman y Dylan fue como volver a nacer.

Leí tu libro sentada en el Duero, al paso sereno de su curso, y sentí que las palabras me mecían esa tarde. Yo también quisiera, como la prisa, exacta. Lloré con garabatusa blanca, y me imaginé los ojos claros de un pequeño animal que parpadea. Hallé tacto, y no sé quién puso definitivamente su mano en mi silencio. Escribí sobre mi hermana en una casa de montaña meses después, recordando ese “Sólo sé que me llevas / del último cabello”. Marison Catherine me removía las entrañas… y el secreto de los vasos canopes me llenó por completo, aún me quedo a mirar cómo florece la tormenta… La verdad es que también me quedé suspendida en tu naturaleza salvaje que aprieta pero no asfixia, porque yo también rodeo siempre la poesía de leche y miel. De la piedra ciega, el crujir de la hoja y el bosque hondo. En realidad, las cosas no van tan bien… pero es que esta tierra es ajena y no hablo sólo de la sociedad. Pero la poesía es paz, que cura y contiene. Como aquella frase de tu traducción de Dylan Thomas…

“Algunos me dejan crearte en los discursos del agua”.

Un fuerte abrazo,

Cristina.

 

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