Blogia
AEDO

HISTÓRICAMENTE NO HA HABIDO UNA REVOLUCIÓN EN LA LECTURA SEMEJANTE A LA DIGITAL

HISTÓRICAMENTE NO HA HABIDO UNA REVOLUCIÓN EN LA LECTURA SEMEJANTE A LA DIGITAL

El desafío y la incertidumbre del porvenir se remiten a la capacidad del texto descuadernado, del libro digital, de superar la tendencia al derrame que lo caracteriza. Así, lo único cierto es la inevitable convivencia de lo analógico y lo digital donde no se sabe cuál de los dos soportes dominará. Roger Chartier, prestigioso experto en historiografía, reclama un profundo cambio de estrategias en el mundo del libro para afrontar la nueva era analógico-digital.

Como argumenta Chartier (Lyon, 1945), en el mundo digital existe una continuidad textual que borra la inmediata diferencia entre géneros, visible en periódicos, revistas, cartas o libros. Como consecuencia, hay una yuxtaposición de fragmentos no necesariamente referidos a la totalidad textual a la cual pertenecían. A partir de ahí, el libro como creación, como identidad intelectual y estética, se desmorona. La antigua percepción de una entidad textual coherente y lógica, incluso cuando no se leen todas sus páginas, es reemplazada por una serie de datos, de fragmentos desvinculados que se pueden organizar, recomponer y asociar. Por ello, las posibilidades son inmensas y el problema es identificar las formas de discontinuidad y las prácticas de la lectura. De ahí la idea de las tablets o e-books de indicarle al lector si está al comienzo, a la mitad o en las últimas páginas del texto. De dar una cierta percepción de totalidad textual, sabiendo que el lector busca o recibe fragmentos derramados.

El libro es el resultado de una construcción histórica. A partir de la invención del códice, que reemplazó a los rollos de papiro, los textos que correspondían a esta unidad eran misceláneos. Entre los siglos XIV y XV, con Dante, con Boccaccio, empieza a haber sólo una obra dentro de un tipo de encuadernación. Es una herencia que tal vez sea hoy desafiada por la tecnología digital. 

Pero, ¿se debe comparar la revolución digital con la invención y la difusión del códice, que sustituyó a los rollos? Aquí, es el soporte de los textos lo que cambia: no se puede hojear un objeto sin hojas, no se puede hacer índices para un libro sin páginas. Todo esto no puede existir sin la invención del códice. La técnica digital revoluciona al mismo tiempo el soporte de lo escrito, las relaciones con los textos y su inscripción y difusión. Por ende, ninguna comparación histórica supone una revolución semejante a la revolución digital, que propone nuevos soportes de lo escrito y nuevos modos de lectura.

Estamos ante una realidad vacilante que obliga, asegura Chartier, a varios cambios, empezando por la propia historiografía. Todo debe ser más exigente, debido a los riesgos indomables de la Red, porque el lector fiscaliza el trabajo. Y a su vez hay que orientarlo y enseñarle a valorar y a moverse en el océano de Internet. Los historiadores tienen mejores herramientas de trabajo gracias al mundo virtual, lo que también es un riesgo porque les obliga a una mayor exigencia en la comprobación de datos, escritura o citas.

Se debe, además, promocionar la crítica como modelo de formación de buenos lectores. La crítica debe ser un juicio de presentación que dé conocimiento de lo que está en la obra. Más que adjetivar y coger el camino fácil, o decir que algo es malo o bueno, con juicios rotundos que pueden resultar más divertidos, se trata de dar elementos de juicio al lector y bases para que comprenda la obra y aprenda a valorarla por sí mismo.

Sergio Haro Daganzo.

0 comentarios