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A ESA PLAYA EN PENDIENTE Y A ESE FARO AL QUE VOLVÍ... CARTA A ERNESTO FILARDI

A ESA PLAYA EN PENDIENTE Y A ESE FARO AL QUE VOLVÍ... CARTA A ERNESTO FILARDI

Estimado Ernesto Filardi:

Tal vez te sorprenda, en estos tiempos que corren, recibir una carta, y creo no equivocarme si digo que es un hecho que nos sorprendería a todos, pero de igual manera me atrevería a asegurar que la sorpresa te será grata.

Ante la sugerencia académica de realizar esta labor como ejercicio de clase, mis opciones eran infinitas, mi devoción por un número tan ingente de escritores me da la posibilidad de publicar varios libros en los que se reunieran cartas de admiración, exclusivamente. Pero mi decisión no se ha hecho esperar, he optado por escribir dos cartas. La primera va dirigida a Virginia Woolf y la segunda ya ves que está en tus manos.

He leído diversos trabajos tuyos y no sólo eso, he presenciado tus puestas en escena, sé de tu participación en numerosa actuaciones y sé cuántas actividades has realizado, amén de las lecturas de poesía en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares, inolvidables.

Pero en esta ocasión quiero significar, quiero celebrar un libro de poemas que despertó mi interés, llamó mi atención tan pronto lo distinguí entre tantos otros que lo acompañaban en el estante de la librería. Antes de elegir un libro me gusta pasear la mirada por ellos, mientras descansan; siempre espero que alguno me haga una señal, que se distinga de alguna manera, y el tuyo, La niña y el mar, lo consiguió, porque tranquilamente o tal vez anhelante me esperaba.

En una ocasión tuve oportunidad de comentarte la emoción que este libro me había causado, por tanto ya eres depositario de mi agradecimiento. No obstante, hoy quiero dejar constancia y hacerte partícipe de este juego tan hermoso, tan sugerente.

Lo que en origen me llamó la atención del poemario fue su título, del que al percibirlo en el anaquel ordenado, tan sólo atisbé dos palabras, "el Mar", y es que el mar, la playa, el sol, son para mí esenciales, vitales. Me acerqué a acariciarlo y ver qué me decía, porque también me gusta mantener ese mudo diálogo con los libros antes de vivirlos. Al tenerlo en mis manos vi que era tuyo y, entreabriéndolo, paseé mi mirada lentamente por las líneas de sus páginas esperando, como siempre, que algo me sorprendiera. En una de esas páginas decías: “Playa de Regla, Chipiona. Una niña le pregunta a su padre por qué el mar tiene esas olas…”, y entonces se desbordó mi asombro y, por un instante, se me encogió el alma. En esas palabras, entre estas líneas de sal y espuma, estábamos mi padre y yo.

Has escrito y escribirás, indudablemente, obras mejores o, tal vez, más eruditas, pero La niña y el mar tiene la ternura, la sensibilidad  y los aires salinos de las playas del sur y, por añadidura, sentimientos e imágenes que, por tan cercanos, parecen míos, sobre todo ese principio y ese final que me conmueven.

En el transcurso de su lectura me he descubierto en otras páginas, entre los deseos e ilusiones, alegrías o decepciones de la chiquilla, de la joven, de la mujer, que con ese sentimiento diverso llevas de la mano, envuelto en esa media sonrisa, tan a menudo irónica, que te precede.

He regalado este libro en multitud de ocasiones y te confieso que lo regalo personalizado, lo hago un poco mío, sobre todo con la imagen última de “…esa playa en pendiente y a ese faro” donde volví, casi treinta años después con mi esposo y con mi niño, igual que esta niña, la joven, tu mujer.

Gracias por la emoción causada.

Un abrazo,

M. Isabel García Conde.

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